En el pasado, los niños se convertían en hombres observando a verdaderos hombres—figuras que encarnaban la fuerza, la disciplina y el propósito. Padres, abuelos y mentores formaban una generación que sabía cuál era su lugar y misión.
Pero hoy, muchos niños aprenden cómo ser hombres, observando a otros niños.
Perdidos y confundidos, tratando de descubrirlo por sí mismos. ¿El resultado? Una generación de hombres desconectados de su identidad, atrapados en ciclos de distracción y lejos del propósito para el que fueron creados.
El diseño de Dios
En Génesis 2, Adán recibió un modelo claro de hombría:
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Ser enseñable
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Saber quién eres
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Trabajar con propósito
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Proteger lo que te rodea
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Estar firme en tu amistad con Dios
Este diseño eleva a los hombres a un estándar más alto, uno que los llama a más que solo sobrevivir. Los llama a dejar un legado.
Pero seamos realistas—la vida moderna tiene otra agenda. Nos distrae con ráfagas rápidas de dopamina, nos adormece con entretenimiento interminable, redes sociales y, para muchos, pornografía. Nos han condicionado a perseguir el placer momentáneo en lugar de un impacto duradero. La industria del porno sabe exactamente cómo secuestrar el sistema de recompensas de tu cerebro. Está diseñada para mantenerte atrapado. Cada desliz, cada clic, cada video está hecho para que anheles esa próxima dosis. Pero cuanto más lo haces, más te alejas de tu verdadero propósito: cultivar, proteger y liderar.
El mundo no necesita más hombres atrapados en estos ciclos. Necesita hombres que estén listos para liberarse, rechazar las distracciones y reclamar su verdadera masculinidad. Hombres que se levanten por sus familias, sus comunidades y ellos mismos. Hombres que conozcan su valor, vivan con propósito y dejen un legado duradero.
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